Las últimas semanas han vuelto a ser un torbellino de noticias negativas sobre el gobierno oriolano. Si el inicio de legislatura y la Navidad fueron momentos calientes por la acumulación de despropósitos, empezamos a estar tristemente habituados a que cualquier semana, por intrascendente que pueda parecer cuando amanece el lunes, nos dé jugosos titulares sobre la nefasta acción del bipartito conformado por Partido Popular de Orihuela y VOX Orihuela.
Nos gustaría tener la necesidad de esforzarnos un poco más, de hurgar cual ratones de biblioteca en los cientos de expedientes administrativos que a diario se tramitan en el Ayuntamiento de Orihuela para localizar errores o irregularidades, pero, más allá de ese trabajo que también hacemos los grupos de la oposición, los ediles comandados por Vegara -si es que Vegara comanda algo- parecen empeñados en inmolarse. ¿Tan difícil es hacer las cosas bien? Desde la criticada inactividad hecha pública por los sindicatos del servicio de basuras hasta el lío que se ha montado por el ‘no concierto de Malú’ y pasando por subvenciones perdidas o el rechazo de la tesorera y la interventora al Catálogo de Puestos de Trabajo, son dos los asuntos más delicados de la última semana: la dimisión del gerente – también asesor- de Orihuela Cultural entre acusaciones de acoso laboral e incapaz de aprobar la programación de la sociedad municipal; y el caso de la concejala de VOX que da clases sin tener aprobada la compatibilidad de estas actividades con su dedicación exclusiva a tiempo completo en el gobierno local. Arrogancia, soberbia, prepotencia y “dureza facial” es lo que tiene el uno y la otra, dudosas virtudes que adornan de la misma manera a los que consienten, validan y protegen estas conductas. Y es que, cuando la altivez coincide con la ignorancia y la incapacidad, el cóctel es explosivo.
Ahora que los espectáculos taurinos vuelven a ser promocionados desde Valencia y Orihuela pero más por lo que tiene de español la tauromaquia que como hecho cultural o festivo, la actitud de los concejales de este desgobierno oriolano es lo más parecido a la del torero que, rodillas hincadas en el albero, espera al morlaco ‘a porta gayola’. Si te escapas, perfecto, pero, si te complica la cosa, puedes tener un problema serio. Inicialmente parecía el alcalde el único temerario entrando al ruedo político ya con una cornada mortal, pero esa absurda osadía la han copiado también los demás miembros de su gobierno. Lo vemos en la concejala de Recursos Humanos que deja dormir el expediente de la compatibilidad de Portugal; en Deportes e Infraestructuras, con la pérdida injustificada de subvenciones; también en la concejala de Transparencia a la que no le gusta responder a las preguntas de la ciudadanía; el edil de Cultura que expía sus pecados dándose golpes en el pecho después de amenazar a un consejero de una sociedad municipal; o el concejal de Urbanismo, quien, sin criterio, cancela o autoriza eventos en la Lonja según le apetece, anteponiendo sus caprichos políticos a los argumentos técnicos.
El Pleno del mes de abril confirma que algo va mal en Orihuela. Este gobierno, preso de su incompetencia, está jugando al límite y acabará pegándose un susto serio. No saben, ni quieren saber, pero deberían llevar cuidado. Yo lo llevaría.
Artículo de opinión de José Aix, portavoz de Ciudadanos Orihuela